A las 12.30 del mediodía Arsenal arribó al aeropuerto internacional Ministro Pistarini de Ezeiza tras una larga madrugada de jueves y mañana del mismo día.
Tras la pelea de anoche luego del partido ante el Atlético Mineiro, la delegación del viaducto quedó confinada en el vestuario visitante del estadio Raimundo Sampaio de Belo Horizonte, y ocho jugadores fueron acusados de delitos de lesiones y resistencia contra la autoridad policial brasileña.
Con la asistencia del consul argentino en Brasil José Cafiero y la colaboración de los dirigentes galos, los popes argentinos pudieron pagar la fianza establecida en 38 mil reales (aproximadamente 20 mil dólares).
Recién a las 5.30 hs. los jugadores y allegados pudieron regresar al Ouro Minas Palace Hotel para comer, empacar e ir al aeropuerto Tancredo Neves, donde embarcaron en el vuelo charter de la empresa Andes a las 8.30 hs.
Los jugadores acusados fueron Hugo Nervo, Damián Pérez, Darío Benedetto, Milton Céliz, Iván Marcone, Jorge Ortíz, Nicolás Aguirre y Lisandro López.
Tanto el DT Alfaro, como el presidente Julio Ricardo Grondona y los jugadores Jorge Ortíz e Iván Marcone pidieron las disculpas correspondientes a la jueza Froes y a los policías militares que los acusaban de haberlos agredidos, y de esta manera se dio por cerrado el caso y establecer las ya comentadas fianzas.
De otra manera, Arsenal pudo haber negado el pedido de disculpas y proseguir con las investigaciones y pericias en torno al caso, pero eso hubiera estirado la demora en Belo Horizonte por varias horas más, sin poder asegurar un fin beneficioso en torno a la definición del caso.
Según el fiscal Cotta Marino, a pesar de ser crímenes de delitos menores con pena máxima de dos años, ocho argentinos tendrían que ser retenidos en el país para responder por los crímenes. Sin embargo, la Ley 9099/95, que estableció los tribunales especiales, permite el cambio de pena.
Los jugadores argentinos fueron beneficiados por el cambio de pena y se acordó pagar una multa de R$ 26 000 (reales) en efectivo, que serán destinadas a cinco organizaciones benéficas.
Un final acordado, y en parte injusto pero necesario, para acelerar el retorno a casa, más allá de hacerlo con algunos golpes en el cuerpo y con el dolor interno de sentirse vapuleados y agraviados por la exagerada represión policial...
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